Las palabras del Papa Francisco en la Vigilia de oración del Sínodo en la Plaza de San Pedro: "Iluminar la noche del hombre"
”Vale
la pena encender una pequeña vela en la oscuridad que nos rodea? No se
necesitaría algo más para disipar la oscuridad?".
Con estas preguntas el
Papa Francisco dio comienzo a la Vigilia de Oración organizada por la
Conferencia Episcopal Italiana en la Plaza de San Pedro el sábado 3 de octubre,
víspera del Sínodo Ordinario sobre la familia. El Papa Francisco invitó a que
se rezara para que el Sínodo "sepa reorientar la experiencia conyugal y
familiar hacia una imagen plena del hombre; que sepa reconocer, valorizar y
proponer todo lo bello, bueno y santo que hay en ella; abrazar las situaciones
de vulnerabilidad que la ponen a prueba: la pobreza, la guerra, la enfermedad,
el luto, las relaciones laceradas y deshilachadas de las que brotan
dificultades, resentimientos y rupturas; que recuerde a estas familias, y a
todas las familias, que el Evangelio sigue siendo la «buena noticia» desde la
que se puede comenzar de nuevo".
"Cada
familia es siempre una luz, por más débil que sea, en medio de la oscuridad del
mundo", continuó el Papa antes de citar el impacto que recibió Charles de
Foucauld al descubrir la espiritualidad que emana de Nazaret: "Para
entender hoy a la familia, entremos también nosotros en el misterio de la
Familia de Nazaret, en su vida escondida, cotidiana y ordinaria, como es la
vida de la mayor parte de nuestras familias, con sus penas y sus sencillas
alegrías; vida entretejida de paciencia serena en las contrariedades, de
respeto por la situación de cada uno, de esa humildad que libera y florece en
el servicio; vida de fraternidad que brota del sentirse parte de un único
cuerpo".
Lugar de
"santidad evangélica", "discernimiento" y
"gratuidad", pero también de "presencia discreta, fraterna y
solidaria", la familia "nos enseña a salir de nosotros mismos para
acoger al otro, a perdonar y ser perdonados". Una Iglesia, que es familia,
según el Papa "sabe presentarse con la proximidad y el amor de un padre,
que vive la responsabilidad del custodio, que protege sin reemplazar, que corrige
sin humillar, que educa con el ejemplo y la paciencia". La Iglesia también
es una casa abierta, "lejos de grandezas exteriores, acogedora en el
estilo sobrio de sus miembros y, precisamente por ello, accesible a la
esperanza de paz que hay dentro de cada hombre, incluidos aquellos que
–probados por la vida– tienen el corazón lacerado y dolorido. Esta Iglesia –
subrayó el Papa - puede verdaderamente iluminar la noche del hombre".
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