lunes, 26 de octubre de 2015

Homilia del papa francisco en la Misa Final del Sínodo de la Familia


Las tres lecturas de este domingo nos presentan la compasión de Dios, su paternidad, lo que se revela definitivamente en Jesús. El profeta Jeremías, en pleno desastre nacional, cuando el pueblo es deportadas por el enemigo, anuncia que "el Señor salvó a su pueblo, el resto de Israel" (31: 7).¿Y por qué lo ha hecho? Él es el Padre (cf. 31: 9); y como el Padre cuida de sus hijos, los acompañar en el camino, apoya "a los ciegos y los cojos, la mujer embarazada y la que da a luz" (31: 8).

Su paternidad les abre un camino accesible, una un camino de consuelo después de tantas lágrimas y tantas amarguras. Si el pueblo permanecen fieles en la búsqueda de Dios, incluso en un país extranjero, Dios cambiará su cautiverio en libertad, su soledad en comunión y lo que el pueblo hoy siembra con lágrimas, mañana lo recogerá con alegría ( Salmo 125: 6).

Con el Salmo, también nosotros hemos expresado la alegría que es el fruto de la salvación del Señor: "Nuestra boca se llenó de sonrisas y nuestra lengua de canciones" (125, 2). El creyente es una persona que ha experimentado la acción salvadora de Dios en su propia vida.


Y nosotros los pastores, experimentamos lo que significa sembrar con fatiga, a veces llorando, y alegrarnos por la gracia de un cultivo que siempre supera nuestras fuerzas y nuestras capacidades. El pasaje de la Carta a los Hebreos nos mostró la compasión de Jesús. También Él "se ha recubierto de debilidad" (5: 2), para sentir compasión por aquellos que están en la ignorancia y el error.

Jesús es sumo sacerdote, grande, santo, inocente, pero al mismo tiempo es el sumo sacerdote que participó de nuestra debilidad y ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado (cf. 4: 15). Por ésto es el mediador de la alianza nueva y definitiva que nos da la salvación.
El evangelio de hoy se conecta directamente a la primera lectura: así como el pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, así Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús.


Jesús acaba de salir de Jericó. Y a pesar de haber apenas empezado el camino más importante, el camino a Jerusalén, se detiene para responder al clamor de Bartimeo.

Se deja tocar movido por su solicitud, se involucra en su situación. No se contenta con darle una limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da ni indicaciones ni respuestas, pero le plantea una pregunta: "¿Qué quieres que yo haga por ti" (Mc 10, 51).

Podría parecer una pregunta inútil: ¿qué podría desear un ciego sino la vista? Y, sin embargo, con esta pregunta realizada "cara a cara", directa, pero respetuosa, Jesús nos muestra que quiere escuchar nuestras necesidades.Desea con cada uno de nosotros un diálogo hecho de vida, de situaciones reales, que no excluya nada ante Dios.

Después de curarlo, el Señor le dice al hombre: "Tu fe te ha salvado" (10, 52). Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros más de lo que creemos en nosotros mismos.

Hay un detalle interesante. Jesús pide a sus discípulos que vayan y llamen a Bartimeo. Éstos se dirigen a los ciegos utilizando dos expresiones que sólo Jesús usa en el resto del Evangelio.

En primer lugar, le dicen: "Coraje", una palabra que significa literalmente "ten confianza, anímate". De hecho, sólo el encuentro con Jesús le da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves.

La segunda palabra es "Levántate!", como Jesús le había dicho tantas personas enfermas, tomándolas de la mano y curándalos. Los suyos se limitan a repetir las palabras de aliento y liberadoras de Jesús, que conduce directamente a él sin prédicas.


A ésto están llamados los discípulos de Jesús, también hoy, sobre todo hoy: poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva.

Cuando el grito de la humanidad se convierte, como Bartimeo, aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús, y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y los conflictos son para Dios ocasiones de misericordia. Hoy es tiempo de la misericordia!

Pero hay algunas tentaciones para los que siguen a Jesús. El Evangelio destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se detiene, como hace Jesús. Siguen caminando, avanzando como si nada. Si Bartimeo es ciego, ellos son sordos: su problema no es problema de ellos.


Corremos ese riesgo: frente a los continuos problemas, lo mejor es seguir adelante, sin dejarnos molestar. Así al igual que aquellos discípulos, estamos con Jesús, pero no pensamos como Jesús. Estamos en su grupo, pero perdemos la apertura del corazón, perdemos la admiración, la gratitud y entusiasmo y corremos el riesgo de convertirnos en "habituados a la gracia". Podemos hablar de Él y trabajar para Él, pero vivir lejos de su corazón, que se inclina hacia quien está herido.

Esta es la tentación de una "espiritualidad del espejismo": podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad no ver lo que realmente existe, sino lo que nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de los ojos. Una fe que no hecha raíces en la vida de las personas permanece estéril y en lugar de oasis, crea otros desiertos. 

Hay una segunda tentación, caen en una "fe que sigue un programa". Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra planilla de marcha, donde se planeó todo: sabemos a dónde ir y cuánto tiempo debe pasar; todos deben respetar nuestros ritmos y cualquier inconveniente nos perturba.

Corremos el riesgo de llegar a ser como "muchos" del Evangelio que pierden la paciencia y reprenden a Bartimeo. Poco antes habían reprendido a los niños, ahora al mendigo ciego: molesta o no está a la altura debe ser excluido.

Jesús, por el contrario, desea incluir sobretodo a quien está relegado al margen y le se dirige a Él gritándole. Estos, como Bartimeo, tienen fe, porque saber que uno necesita la salvación es la mejor manera de encontrar a Cristo. Y al final, Bartimeo comienza a seguir a Jesús por el camino (cf. 10, 52). No sólo recupera la vista, pero se une a la comunidad de quienes caminan con Jesús.



Queridos hermanos sinodales, caminamos juntos. Les agradezco por el camino que hemos compartido con la mirada fija en el Señor y los hermanos, en la búsqueda de senderos que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia.

Continuamos por el camino que el Señor desea. Pidámos a Él una mirada sana y salvada, que sepa difundir luz, porque recuerda el esplendor que lo ha iluminado. Sin dejar nunca ofuscarnos por el pesimismo y por el pecado, buscamos y vemos la gloria de Dios que brilla en el hombre vivo.

Fuente : Zenit

miércoles, 21 de octubre de 2015

Sinodo : Concluyen los círculos menores.


Los cardenales Sistach y Suárez Inda señalan que se han levantado temas además de los desafíos

El Sínodo de los Obispos sobre la familia se encuentra en el segundo día de la semana final. Ayer en la Sala de prensa de la Santa Sede, tres cardenales indicaron cómo proceden los trabajos; el arzobispo de Barcelona, el español Lluís Martínez Sistach; el mexicano de Morelia, Alberto Suárez Inda; y el sudafricano de Durban, y vicepresidente del Sínodo, Wilfrid Fox Napier, OFM.

El cardenal español consideró importante que además de los desafíos hayan salido otros aspectos. Por ejemplo sabemos que “se casan para ser felices, hay que procurar que sean felices y tengan vida”. Por lo tanto la preparación es importantísima. Y que “hayan tenido un encuentro personal con Jesús”. Otro de los aspectos ha sido “que prevenir es mejor que curar”.

Por su parte, el cardenal Suárez Inda calificó al presente Sínodo, de “experiencia impactante”, porque nos permitió “tocar la realidad en su situación dolorosa” pero también positiva para animar a las familias, precisando  que “es muy importante la doctrina, pero ésta no es teoría”, sino “la visión que Cristo nos permite tener”, con una mirada compasiva, de la marcha de la historia y en particular de las familias heridas.

martes, 20 de octubre de 2015

El Sínodo de los Obispos, iniciado el pasado domingo 4 de octubre, entra en la semana final.

Para explicar lo que está sucediendo, en la Sala de Prensa de la Santa Sede expusieron el patriarca Latino de Jerusalén, Fouad Twal; el arzobispo australiano, metropolita de Brisbane y relator de un Círculo menor, Mark B. Coleridge; y monseñor Enrico Solmi, obispo italiano de Parma, acompañados por el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi.

El patriarca ha asegurado sentirse estos días “en familia, como en casa”, viviendo un signo bellísimo de colegialidad. Asimismo ha precisado que es normal que haya diversidad de opiniones porque “venimos de contextos diferentes, los desafíos no son los mismos. Aunque también los hay que son comunes”. Por eso, ha indicado que hay un punto que les reúne a todos y es que “todos queremos el bien de las familias”. Subrayando el intenso trabajo de estas dos semanas, el patriarca ha indicado que “no hay un aspecto de la familia que no haya sido tratado”.

Por su parte, monseñor Coleridge ha observado que el trabajo no termina porque “el camino del Sínodo continúa”. Además, ha recordado que “este es un Sínodo pastoral, se necesita la doctrina pero es primordialmente un Sínodo pastoral”. 

Monseñor Enrico Solmi ha asegurado que estos días se vive un fuerte sentido de catolicidad de la Iglesia, “venir a Roma y encontrar el mundo”. Al respecto ha indicado que en al Aula llegan “todas las familias del mundo con sus particularidades”. Y el Sínodo, ha observado, continúa el clima del año pasado, “hablar con franqueza” aunque haya distintos pensamientos y opiniones.

Finalmente ha deseado que el Sínodo sepa incidir en la vida de la Iglesia, poniendo a la familia en el lugar que le corresponde en la Iglesia. “Y espero que esto puede convertirse en una señal fuerte para nuestra sociedad y nuestros países que a menudo se olvidan sistemáticamente de la familia”.

Por otro lado, el arzobispo australiano ha comentado las palabras del papa Francisco en ocasión del 50º aniversario del Sínodo de los Obispos. Según el prelado, se ha tratado de un discurso “programático”, “el más importante del Sínodo. Lo que más me ha conmovido --ha explicado-- es que ha hablado de la sinodalidad en toda la Iglesia. Y en este contexto el Papa habla de colegialidad episcopal. Es la eclesiología del Concilio Vaticano II.
 
 
Fuente : Zenit

miércoles, 7 de octubre de 2015

Fábrica de esperanza



Las palabras del Papa Francisco en la Vigilia de oración del Sínodo en la Plaza de San Pedro: "Iluminar la noche del hombre"
  
”Vale la pena encender una pequeña vela en la oscuridad que nos rodea? No se necesitaría algo más para disipar la oscuridad?".
 
Con estas preguntas el Papa Francisco dio comienzo a la Vigilia de Oración organizada por la Conferencia Episcopal Italiana en la Plaza de San Pedro el sábado 3 de octubre, víspera del Sínodo Ordinario sobre la familia. El Papa Francisco invitó a que se rezara para que el Sínodo "sepa reorientar la experiencia conyugal y familiar hacia una imagen plena del hombre; que sepa reconocer, valorizar y proponer todo lo bello, bueno y santo que hay en ella; abrazar las situaciones de vulnerabilidad que la ponen a prueba: la pobreza, la guerra, la enfermedad, el luto, las relaciones laceradas y deshilachadas de las que brotan dificultades, resentimientos y rupturas; que recuerde a estas familias, y a todas las familias, que el Evangelio sigue siendo la «buena noticia» desde la que se puede comenzar de nuevo".
 

 
 

"Cada familia es siempre una luz, por más débil que sea, en medio de la oscuridad del mundo", continuó el Papa antes de citar el impacto que recibió Charles de Foucauld al descubrir la espiritualidad que emana de Nazaret: "Para entender hoy a la familia, entremos también nosotros en el misterio de la Familia de Nazaret, en su vida escondida, cotidiana y ordinaria, como es la vida de la mayor parte de nuestras familias, con sus penas y sus sencillas alegrías; vida entretejida de paciencia serena en las contrariedades, de respeto por la situación de cada uno, de esa humildad que libera y florece en el servicio; vida de fraternidad que brota del sentirse parte de un único cuerpo".

Lugar de "santidad evangélica", "discernimiento" y "gratuidad", pero también de "presencia discreta, fraterna y solidaria", la familia "nos enseña a salir de nosotros mismos para acoger al otro, a perdonar y ser perdonados". Una Iglesia, que es familia, según el Papa "sabe presentarse con la proximidad y el amor de un padre, que vive la responsabilidad del custodio, que protege sin reemplazar, que corrige sin humillar, que educa con el ejemplo y la paciencia". La Iglesia también es una casa abierta, "lejos de grandezas exteriores, acogedora en el estilo sobrio de sus miembros y, precisamente por ello, accesible a la esperanza de paz que hay dentro de cada hombre, incluidos aquellos que –probados por la vida– tienen el corazón lacerado y dolorido. Esta Iglesia – subrayó el Papa - puede verdaderamente iluminar la noche del hombre".