Los obispos han reflexionado sobre el nuevo Anteproyecto de Ley de Protección de la Vida del Concebido y los Derechos de la mujer embarazada. Con este motivo, y como siempre han hecho en cualquier coyuntura social y política, quieren recordar de nuevo el valor sagrado de la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural.
La posición de la Iglesia católica sobre este asunto es bien conocida, y compartida con muchos hombres y mujeres de buena voluntad, que desde otras confesiones religiosas y aun sin ser creyentes, defienden el derecho a la vida de todo ser humano inocente como patrimonio común de la razón humana.
Recientemente el Papa Francisco recordaba esta posición, cuando delante de los embajadores acreditados ante la Santa Sede, afirmó que “la paz se ve herida por cualquier negación de la dignidad humana” y mencionó entre otros “horrores” de la "cultura del descarte" el hecho de que muchos niños no lleguen nunca a ver la luz, víctimas del aborto. También en su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), el Papa señaló, de manera coherente con todo el mensaje cristiano, que "el aborto no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones", porque "no es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana" (n.213-214).
Los obispos saludan siempre las
iniciativas a favor de la vida humana, vengan de donde vengan, especialmente
aquellas dirigidas a proteger la vida de los más débiles, entre los que se
encuentran los seres humanos que van a nacer. Por eso, reconocen en el texto
del Anteproyecto presentado por el actual Gobierno un avance positivo con
respecto a la legislación vigente, que considera el aborto como un derecho.
En todo caso, recuerdan que una ley del
aborto, por muy restrictiva que fuera, seguiría siendo una ley injusta. Nadie
tiene derecho, en ninguna circunstancia, a quitarle la vida a un ser humano
inocente. El aborto no es la solución, de la misma manera que el niño que va a
nacer no es el problema.
Por último, han querido aprovechar la
ocasión para agradecer y potenciar la dedicación de muchas personas que, tanto
en instituciones eclesiales como civiles, trabajan incansablemente, apoyando y
acompañando a las personas en dificultades, y en particular a las madres
gestantes.
Sin embargo, como también señala el Papa
Francisco, es preciso caer en la cuenta de que todavía “hemos hecho poco para
acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy
duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas
angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como
producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede
dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?” (n. 214). A todos
incumbe, según los obispos, responder adecuadamente a estas situaciones por el
camino de la solidaridad y la vida y no por el de la muerte de un ser inocente.
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