¿Qué entiende la Iglesia por aborto?
La Iglesia Católica entiende por aborto la muerte provocada del
feto, realizada por cualquier método y en cualquier momento del embarazo desde
el instante mismo de la concepción. Así ha sido declarado el 23 de mayo de 1 988
por la Comisión para la Interpretación Auténtica del Código de Derecho Canónico.
La cuestión del aborto provocado, ¿es sólo un
problema científico, político o social?
Ciertamente, no. Esta cuestión es, desde luego, un problema
científico, político y social grave. Pero también es, y en gran medida, un serio
problema moral para cualquiera, sea o no creyente.
¿Tenemos los católicos obligaciones adicionales
acerca de la cuestión del aborto, respecto de los no católicos o no creyentes?
Todo hombre y toda mujer, si no quieren negar la realidad de las
cosas y defienden la vida y la dignidad humanas, han de procurar por todos los
medios lícitos a su alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de
seres inocentes e indefensos. Pero los cristianos, entre los que nos contamos
los católicos, sabemos que la dignidad de la persona humana tiene su más
profundo fundamento en el hecho de ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo,
que quiso ser hombre por amor a todos y cada uno de nosotros.
Por eso los católicos, si vivimos nuestra fe, valoramos en toda su
dimensión el drama terrible del aborto como un atentado contra esta dignidad
sagrada. Más que de obligaciones adicionales, pues, habría que hablar de una más
profunda y plena comprensión del valor de la persona humana, gracias a nuestra
fe, como fundamento para nuestra actitud en favor de la vida, ya que sabemos que
el olvido de Dios lleva con más facilidad al olvido de la dignidad humana.
Como católica, ¿en qué incurre una persona que
realiza o consiente que le realicen un aborto?
Quien consiente y deliberadamente practica un aborto, acepta que se
lo practiquen o presta una colaboración indispensable a su realización, incurre
en una culpa moral y en una pena canónica, es decir, comete un pecado y un
delito.
¿En qué consiste la culpa moral?
La culpa moral es un pecado grave contra el valor sagrado de la
vida humana. El quinto Mandamiento ordena no matar. Es un pecado
excepcionalmente grave, porque la víctima es inocente e indefensa y su muerte es
causada precisamente por quienes tienen una especial obligación de velar por su
vida.
Además, hay que tener en cuenta que al niño abortado se le priva
del Sacramento del Bautismo.
¿Qué es una pena canónica?
La pena canónica es una sanción que la Iglesia impone a algunas
conductas particularmente relevantes, y que está establecida en el Código de
Derecho Canónico, vigente para todos los católicos.
¿En qué pena canónica incurre quien procura un
aborto?
El que procura un aborto, si sabe que la Iglesia lo castiga de este
modo riguroso, queda excomulgado. El Canon 1398 dice: "Quien procura un aborto,
si éste se produce, incurre en excomunión Latae sententiae"
Por otra parte, el Canon 1041 establece que el que procura un
aborto, si éste se consuma, así como los que hayan cooperado positivamente,
incurre en irregularidad, que es el impedimento perpetuo para recibir órdenes
sagradas.
¿Qué quiere decir incurrir en
excomunión?
Significa que un católico queda privado de recibir los Sacramentos
mientras no le sea levantada la pena: no se puede confesar válidamente, no puede
acercarse a comulgar, no se puede casar por la Iglesia, etc. El excomulgado
queda también privado de desempeñar cargos en la organización de la Iglesia.
¿Qué quiere decir que una excomunión es Latae
sententiae?
Con esta expresión se quiere decir que el que incurre en ella queda
excomulgado automáticamente, sin necesidad de que ninguna autoridad de la
Iglesia lo declare para su caso concreto de manera expresa.
¿Significa algo especial la frase "si éste -el
aborto- se produce"?
Sí. Quiere decir que, para que se produzca la pena de excomunión,
el aborto debe consumarse, es decir, el hijo ha de morir como consecuencia del
aborto. Si, por cualquier circunstancia, el aborto no llega a consumarse, no se
producirá la excomunión, aunque se dará el pecado.
En el caso del aborto, ¿quiénes incurren en la
pena de excomunión?
Si se dan las condiciones que configuran la pena de excomunión, en
este caso quedan excomulgados, además de la mujer que aborta voluntariamente,
todos los que han prestado colaboración indispensable a que se cometa el aborto:
quienes lo practican, quienes los ayudan de modo que sin esa ayuda no se hubiera
producido el aborto, etc.
¿Qué razón de ser tiene que el aborto está
condenado por una pena canónica tan grave como es la excomunión?
La razón de ser de esta norma es proteger -también de esta manera,
no sólo con la catequesis y la recta formación de la conciencia- la vida del
hijo desde el instante mismo de la concepción, porque la Iglesia se da cuenta de
que la frágil vida de los hijos en el seno materno depende decisivamente de la
actitud de los más cercanos, que son, además, quienes tienen más directa y
especial obligación de protegerla: padres, médico, etc. Luego, cuando el niño
nazca, estará ya además protegido de alguna manera por la sociedad misma.
La Iglesia ha entendido siempre que el aborto provocado es uno de
los peores crímenes desde el punto de vista moral. El Concilio Vaticano II dice
a este respecto: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne
misión de proteger la vida, que se ha de llevar a cabo de un modo digno del
hombre. Por ello, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados
cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (Const. "Gaudium
et Spes").
Pero ya que en los últimos años cada vez hay más
Estados que permiten el aborto, ¿no habría sido un gesto de benevolencia de la
Iglesia el haber mitigado las penas para los católicos que aborten?
La Iglesia pudo haber cambiado, en la última y profunda revisión
del Código de Derecho Canónico culminada en 1983, la pena de excomunión que pesa
sobre los que procuran conscientemente un aborto, pero no lo hizo así
precisamente porque en las últimas décadas se ha producido en todo el mundo una
acusada relajación de la sensibilidad de las gentes (y también de muchos
creyentes) hacia este crimen. Y si bien esta mayor laxitud social, que ejerce
una presión cierta sobre las conciencias, puede disminuir la gravedad del delito
en algunos casos, una atenuación de la pena habría suscitado, inevitablemente,
la errónea idea de que la Iglesia considera hoy el aborto provocado como menos
grave que antes, cuando, evidentemente, no es así.
La Iglesia es Madre y Maestra; como Madre, es lenta para la ira y
fácil para el perdón, pero como Maestra no puede desvirtuar el depósito de la
doctrina legado por Dios, y no puede decir que está bien lo que está mal, ni
puede dar pie a que nadie suponga que actúa de esta manera.
¿Puede suceder que alguna persona consienta o
colabore en un aborto y no incurra en excomunión?
Sí. Dado que en Derecho Canónico no existe delito si no hay pecado
grave, hay circunstancias en las que no se incurre en esta pena, que requiere
plena imputabilidad. Por ejemplo, no quedan excomulgados los que procuran un
aborto si ignoran que se castiga con la excomunión; los que no tengan conciencia
de que abortar voluntariamente es pecado mortal; los que han intervenido en un
aborto forzados con violencia irresistible contra su voluntad o por miedo grave;
los menores de edad...; en general, los que han obrado sin plena advertencia y
pleno consentimiento.
En el caso de que un médico (o un anestesista o
una enfermera), por no estar dispuesto a realizar este tipo de intervenciones,
fuese despedido y padecieran necesidad él y su familia, ¿podría
colaborar?
Nunca se puede colaborar de modo positivo en la comisión de un acto
que va contra la ley de Dios, que hay que obedecer antes que a la ley de los
hombres. El católico que se halla en esta situación tiene la obligación grave de
ampararse en el derecho a la objeción de conciencia, aunque esta actitud pueda
acarrearle represalias.
El profesional sanitario cristiano ha de tener presente, además,
que si es conocida su condición de creyente puede provocar un grave escándalo si
colabora a la práctica de abortos.
Si los familiares de ese profesional son también cristianos, tienen
la responsabilidad humana y moral de ayudarle a sobrellevar las dificultades,
apoyarle en sus decisiones y hacer causa común con él en esos momentos de
tribulación. Y esta responsabilidad alcanza también a sus amigos y colegas, si
son cristianos y quieren vivir auténticamente su fe, así como a los miembros de
la comunidad católica en que el profesional sanitario se desenvuelva.
¿Y qué ha de hacer el resto de las personas que
trabajan en un hospital donde se practican habitualmente abortos?
Esas personas han de poner todos los medios lícitos a su alcance
para que se dejen de practicar abortos. En cualquier caso, han de negar su
colaboración directa a esas acciones.
¿No es la doctrina católica sobre el aborto una
dura doctrina, que muy pocos podrán seguir?
Casi con estas mismas palabras replicaron los contemporáneos de
Jesús cuando oyeren su predicación. Y el mismo Jesús nos dijo que hay que seguir
el sendero estrecho para llegar al Reino de los Cielos. Seguir a Cristo en Su
Iglesia no es fácil, pero con la Gracia de Dios se allana el camino y se superan
las dificultades, por grandes que parezcan. También nos dijo Jesús que fuéramos
a Él con confianza, y Él nos aliviaría de nuestras angustias.
La doctrina católica sobre el aborto no proviene de la voluntad de
la autoridad eclesiástica, sino que está fundamentada en lo más profundo de la
naturaleza de las cosas queridas por Dios, que se expresa en la Ley que Él nos
ha dado a conocer, y que la Iglesia tiene la misión de transmitir. Pero la
Iglesia cumple también con su deber siendo el ámbito en que los cristianos
pueden fortalecer mejor su fe y ser ayudados y estimulados a vivir más
intensamente su vida cristiana.
¿Cómo puede levantarse una excomunión, tras haber
colaborado en un aborto consumado?
Si un católico se encuentra en esta situación, debe acudir al
obispo o al sacerdote en quien éste delegue. En la práctica, puede dirigirse a
cualquier sacerdote, que le indicará lo que debe hacer.
¿Tienen los católicos, además de la obligación
grave de no colaborar en ningún aborto provocado, otras obligaciones en esta
materia?
Todos los católicos estamos llamados a una vida plena, es decir, a
la santidad, y a contribuir activamente a la extensión del Reino de Dios en la
tierra llevando el Evangelio hasta el último rincón del mundo. Si todo miembro
responsable de una sociedad que se proclama civilizada tiene el deber de
defender la vida y la dignidad humanas, por muchas más razones los católicos
hemos de asumir esta tarea.
¿Cómo se puede hacer esto, en el caso del
aborto?
El lograr que en una sociedad se respete el derecho a la vida es
responsabilidad de todos en su actividad cotidiana, pues todos, con el ejemplo
de su conducta, sus palabras, sus escritos, sus opiniones, su voto, la educación
de sus hijos, etc., influyen en lo que se piensa, en cómo se vive Y en lo que se
legisla.
Ciertamente, un papel importante corresponde a políticos,
educadores y responsables de medios de Comunicación social, por la repercusión
que sus palabras o sus acciones tienen en la colectividad; pero ellos, al tiempo
que influyen sobre la sociedad, son influidos a su vez también por ella.
¿Qué puede hacer para influir en esta materia un
cristiano corriente, un ciudadano normal que ni sale en la televisión, ni habla
desde una cátedra o una tribuna pública?
Lo primero que cada uno puede y debe hacer para afirmar la vida es
vivir con la conciencia de su dignidad. Sólo afirmaremos la vida de otros si
nosotros percibimos la nuestra en toda su grandeza y si nuestra conducta es
coherente con nuestra convicción. El ejemplo de Jesús, tomando en serio a cada
una de las personas que se encontraba, debe servirnos para que todos los que se
crucen en nuestra vida se sientan valorados y tenidos en cuenta como seres
únicos. Una afirmación así de la vida personal en nuestras experiencias
cotidianas hará posible que surja, naturalmente, la estima por todos y cada uno
de los seres humanos, también los concebidos y no nacidos. Pero junto a esta
actitud general, caben muchas maneras concretas de trabajar específicamente en
favor de la vida:
-
Rogando al Señor por los legisladores y los dirigentes sociales en general, para que sepan comprender que los hijos concebidos y no nacidos son los más inocentes y los más indefensos miembros de, nuestra sociedad, y que, como ha dicho repetidamente el Papa Juan Pablo li, nunca se puede legitimar la muerte de un inocente.
-
No despreciando el valor moral del dolor y del sacrificio, cuyo rechazo lleva a justificar cualquier intento de acabar con lo que se cree que son sus causas, incluidos los ancianos o enfermos inútiles, los deficientes que son una carga o los nuevos hijos que pueden complicar la vida o disminuir el bienestar de la familia.
-
Acogiendo y ayudando, también económicamente, a quienes, por razón de su maternidad, se encuentran en situaciones difíciles.
-
Recibiendo con alegría, por duro que pueda ser, al nuevo hijo enfermo o deficiente que llegue a la familia, como una bendición de Dios. Es ejemplar el testimonio de numerosísimos padres cristianos en este sentido.
-
Reaccionando positivamente ante escritos públicos o programas audiovisuales que defiendan la vida humana, y críticamente ante los que la ataquen.
-
Orientando el voto hacia las alternativas que merezcan más confianza por sus actitudes ante la vida en general, y ante la cuestión del aborto provocado en particular.
-
Informando a quienes nos rodean, con caridad, pero con firmeza y claridad, de la realidad del hijo no nacido y de la importancia de defender su derecho a vivir.
-
Los médicos, en especial los ginecólogos, y otros profesionales sanitarios, empleando los medios técnicos que permiten que una madre vea en una ecografía, con sus propios ojos, al hijo en sus entrañas, moviéndose, nadando, chupándose el dedo. Se ha dicho que si el vientre de las madres fuera transparente, muchos verían la cuestión del aborto provocado de otra manera.
Son sólo algunos ejemplos que puedan dar idea del enorme campo que
un cristiano tiene ante sí en relación con este gravísimo problema.
¿Es razonable pensar que un día la vida y la
dignidad humanas se respetarán desde la concepción hasta la muerte?
No es posible contestar rotundamente a esta cuestión, pero hacia
este objetivo deben encaminarse los esfuerzos de todos los que aspiran a un
mundo justo. Las agresiones a la vida humana, especialmente de los inocentes,
han tenido siempre en la historia consecuencias dramáticas. Los cristianos
sabemos que cuando las personas y las colectividades han reconocido a
Jesucristo, este reconocimiento ha supuesto una afirmación de la vida sin
parangón con cualquier otra cultura. Por eso debemos empeñarnos en la extensión
de la presencia de Cristo en la sociedad, porque de este modo los hombres
reconocerán su propia grandeza y podrán vivir con una nueva conciencia propia
dignidad. Con el auxilio de Jesús y de su madre, que lo concibió en su seno, y
con el ejemplo nuestra propia vida, será posible trabajar mejor en defensa de
este ideal.
Fuente: "EL ABORTO"
100 CUESTIONES Y
RESPUESTAS SOBRE LA DEFENSA DE LA VIDA HUMANA
Y LA ACTITUD DE LOS
CATÓLICOS
Conferencia Episcopal Española
Comité para
la Defensa de la Vida
Madrid, 25 de marzo de 1991
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