Queridos hermanos,
agradezco las palabras que me ha
dirigido en nombre de todos el Presidente de la Conferencia Episcopal Española,
y que expresan vuestro firme propósito de servir fielmente al Pueblo de Dios
que peregrina en España, donde arraigó muy pronto la Palabra de Dios, que ha
dado frutos de concordia, cultura y santidad. Lo queréis resaltar de manera
particular con la celebración del ya cercano V Centenario del nacimiento de
Santa Teresa de Jesús, primera doctora de la Iglesia.
Ahora que estáis sufriendo la dura
experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a
una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del
ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia. De ella aprendemos que
la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en
la realidad actual con generosidad. Fiémonos siempre de Él y de lo mucho
que siembra en los corazones de quienes están encomendados a nuestros cuidados
pastorales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 68)...
Asimismo, el momento actual, en el que
las mediaciones de la fe son cada vez más escasas y no faltan dificultades para
su transmisión, exige poner a vuestras Iglesias en un verdadero estado de
misión permanente, para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe, especialmente en
los niños. Para ello no dejéis de prestar una atención particular al proceso de
iniciación a la vida cristiana. La fe no es una mera herencia cultural, sino un
regalo, un don que nace del encuentro personal con Jesús y de la aceptación
libre y gozosa de la nueva vida que nos ofrece. Esto requiere anuncio incesante
y animación constante, para que el creyente sea coherente con la condición de
hijo de Dios que ha recibido en el bautismo.
Despertar y avivar una fe sincera,
favorece la preparación al matrimonio y el acompañamiento de las familias, cuya
vocación es ser lugar nativo de convivencia en el amor, célula originaria de la
sociedad, transmisora de vida e iglesia doméstica donde se fragua y se vive la
fe. Una familia evangelizada es un valioso
agente de evangelización, especialmente irradiando las maravillas que Dios ha
obrado en ella. Además, al ser por su naturaleza ámbito de generosidad, promoverá el
nacimiento de vocaciones al seguimiento del Señor en el sacerdocio o la vida
consagrada.
Queridos hermanos, ahora que estáis
reunidos en la Visita ad limina para manifestar los lazos de
comunión con el Obispo de Roma (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen
gentium, 22), deseo agradeceros de todo corazón vuestro servicio al santo
pueblo fiel de Dios. Seguid adelante con esperanza. Poneos al frente de
la renovación espiritual y misionera de vuestras Iglesias particulares, como hermanos y
pastores de vuestros fieles, y también de los que no lo son, o lo han olvidado.
Para ello, os será de gran ayuda la colaboración franca y fraterna en el seno
de la Conferencia Episcopal, así como el apoyo recíproco y solícito en la
búsqueda de las formas más adecuadas de actuar...
Os pido, por favor, que llevéis a los
queridos hijos de España un especial saludo del Papa, que los confía a los
maternos cuidados de la Santísima Virgen María, les suplica que recen por él y
les imparte su Bendición.
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